Tres libros publicados este año pueden ayudar a integrar el conocimiento científico del mundo y las creencias religiosas

Por Leandro Sequeiros sj, lsequeiros42@gmail.com
presidente de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta

Partimos de la hipótesis de que es posible ser persona culta e intelectual y creyente

Para centrarnos en la orientación, me permite ahora darles algunas notas de estos libros:

1 Saber más para creer mejor: reflexiones de ASINJA sobre ciencia y religión

El punto de partida es la tarea llevada a cabo por ASINJA, Asociación Interdisciplinar José de Acosta. En el año 1974, el jesuita Alberto Dou, catedrático de Matemáticas, impulsó la creación de esta Asociación Interdisciplinar que integra a ingenieros y titulados de ciencias y de letras de toda España.

Durante más de 40 años, los socios y los amigos de la Asociación Interdisciplinar José de Acosta (ASINJA) se han reunido anualmente. Según nuestros Estatutos (Artículo 2) ASINJA nació con una vocación “interdisciplinar”. Pero siempre nos preguntamos: ¿Estamos satisfechos? ¿Creemos haberlo hecho bien? ¿Cómo hemos integrado los saberes científicos y las experiencias que las trascienden como pueden ser las religiosas?

El hecho de habernos reunido hombres y mujeres procedentes de muy diversas disciplinas para dialogar sobre un tema visto desde diversas perspectivas, ¿nos constituye en grupo interdisciplinar? ¿Creemos que tratar sobre un tema, charlar, discutir, dialogar, escuchar críticamente nos constituye en Asociación Interdisciplinar? ¿Hemos construido conocimientos nuevos o simplemente hemos acumulado información? ¿Ha emergido algo diferente? ¿Hemos hecho interdisciplinariedad o transdisci-plinariedad? ¿Emergencia o acumulación de conocimientos? ¿No habrá sido más bien confusión, mezcla de elementos que no eran homogéneos?

Desde el punto de vista epistemológico ¿hemos aceptado el pluralismo en los conocimientos? ¿Hemos practicado en el relativismo, el perspectivismo, la tolerancia? ¿Creemos que es posible la interdisciplinariedad? ¿Qué concepto de verdad estaba debajo de nuestra búsqueda? ¿Hemos soportado la diferencia en los enfoques, metodologías, perspectivas? ¿Creemos que todos los conocimientos humanos tienen el mismo rango? ¿Hemos superado el obstáculo de las dos culturas? ¿Nos situamos en la “tercera cultura” de Brockman (o en su versión española de Cultura3.0) en la que la ciencia subsume todos los demás conocimientos? ¿Hemos respetado la autonomía epistemológica de las ciencias sociales?

El volumen SEQUEIROS, L. (2022) Saber más para creer mejor (1): reflexiones de ASINJA sobre ciencia y religión https://www.bubok.es/libros/270804/SABER-MAS-PARA-CREER-MEJOR-1–Reflexiones-de-ASINJA-sobre-ciencia-y-religion se puede bajar gratuitamente como eBook o se puede adquirir en soporte de papel.

Estos son algunos datos:

  • Autor: LEANDRO SEQUEIROS SAN ROMÁN
  • Estado: Público
  • N° de páginas: 452
  • Tamaño: 150×210
  • Interior: Blanco y negro
  • Maquetación: Rústica (tapa blanda)

El volumen tiene 9 capítulos y se inicia con una extensa entrevista con el autor en la que ofrece sus opiniones sobre la actitud y tarea interdisciplinar. En sucesivos capítulos se ofrecen aspectos diferentes del aparente conflicto entre ciencia y religión, conocimiento racional y creencias religiosas, sobre ciencia y teología.

En el capítulo de presentación leemos: En el año 1948 tuvo lugar el famoso debate transmitido por la BBC entre el jesuita F. C. Copleston y el matemático y filósofo Bertrand Russell. El auge del positivismo lógico en los inicios del siglo XX propició un conflicto insalvable entre Ciencia y Religión.

La discusión Russell-Copleston sobre la existencia de Dios está superada

La clásica discusión Russell-Copleston de 1948 suscitó enorme interés en su tiempo, pero en la actualidad puede saber algo a rancia. El ámbito de reflexión ciencia-religión ha cambiado, tenemos nuevos conocimientos y autores importantes han aportado sus ideas. No obstante tiene innegable interés valorarla y discutirla desde la actualidad porque permite recordar dónde estaba el razonamiento clásico de la escolástica en aquel entonces y por dónde van hoy las directrices más modernas del diálogo ciencia-religión. Por Javier Monserrat.

La lectura de la discusión Russell-Copleston es útil porque puede servirnos para entender cómo se formulaba la argumentación sobre la existencia de Dios desde un punto de vista escolástico clásico. Este es, en efecto, el punto de vista de Copleston. En 1948 en los centros de enseñanza católicos predominaban las escuelas de filosofía escolástica y en ellos se defendía la tesis de que Dios podía ser conocido por la razón natural con un grado de certeza que solía calificarse (esta era la llamada “censura” de las tesis) como “absoluta” o “metafísica”.

La exposición de Copleston representa una formulación en esquema perfectamente lógica de los argumentos metafísicos que, según la doctrina escolástica clásica, suponían la columna vertebral de la “demostración” de la existencia de Dios (así se llamaba sin ambages en aquellos años). La reacción de Russell ante los argumentos de Copleston es a la defensiva, manteniendo a toda costa su posición agnóstica (no ateísta).

Russell en realidad no pretende conocer cómo es la realidad metafísicamente (es agnóstico), pero argumenta que los argumentos de Copleston no están bien construidos y que, por tanto, no imponen racionalmente la existencia de Dios y que, en consecuencia, su posición agnóstica es defendible. ¿Qué podemos hoy pensar de ambas argumentaciones?

Es evidente que la valoración de la discusión depende de cada “valorador”. No pretendemos aquí presentar, ni mucho menos, la valoración que “nuestro tiempo” hace de la discusión Russell-Copleston. Sólo hay valoraciones de personas concretas. Muchos filósofos que se mueven todavía a gusto en el marco de la escolástica tradicional y, en consecuencia, tenderán a pensar todavía hoy que los argumentos de Copleston son incontrovertibles. Pensarán que Russell fue acorralado por los argumentos de Copleston y que se batió puramente a la defensiva, dejándose llevar en todo momento por el hilo de la conversación impuesto por Copleston.

Nuestro punto de vista es matizado. Creemos que los argumentos escolásticos que en aquel tiempo se esgrimían sin complejos necesitan hoy muchos matices que deberemos argumentar. Por otra parte, las formulaciones de Russell, aunque le mantienen a flote, no alcanzan una especial brillantez. Por tanto, exponemos sólo nuestra valoración personal de la discusión Russell-Copleston. Pero lo hacemos desde el convencimiento de que cuanto debemos decir está apoyado por las tendencias modernas del diálogo entre la ciencia y la religión.

La discusión Russell-Copleston es muy extensa y trata dos temas diferenciados: el argumento metafísico de la contingencia y el de la experiencia religiosa. En este artículo nos ceñimos sólo al primer argumento. Será también interesante que, en otro artículo, estudiemos la discusión del segundo argumento. Pero, en lo que sigue, nos limitamos al argumento metafísico.

Pero en los últimos años del siglo XX, daba la impresión de que se había distendido la tensión. Por una parte, el positivismo lógico dejaba espacio a otras epistemologías, y por otra, los científicos era menos dogmáticos en sus afirmaciones sobre las posibilidades de acceder a la verdad sobre la naturaleza mediante el método científico. Incluso en muchos casos, tendían una mano hacia otras fuentes de acceso al conocimiento del mundo y prestaban atención a la filosofía y a las religiones. La palabra “diálogo” e “interdisciplinariedad” parecían talismanes anunciadores de una nueva era de entendimiento.

Los últimos años del pontificado de Juan Pablo II, si bien acentuaron el conservadurismo moral, fueron años fecundos para el diálogo con los científicos. Juan Pablo II impulsó a través de la Academia de Ciencias Vaticana el diálogo entre ciencia y religión. En un texto de Juan Pablo II de 1987, con ocasión del centenario de la publicación en 1687 de los Principia Matemathica Philosophiae Naturalis del gran físico y teólogo heterodoxo, Isaac Newton (1687), leemos: «la ciencia puede purificar a la religión del error y de la superstición; la religión puede purificar a la ciencia de idolatría y falsos absolutos. Cada una puede atraer a la otra hacia un mundo más amplio, en el que ambas puedan florecer«. Estas ideas están contenidas en la carta de Juan Pablo II al padre Coyne, director del Observatorio Vaticano en 1988, tras el Congreso sobre el centenario de Newton.

Leandro Sequeiros sj (Portaceli, Sevilla, Promoción 1959)
CAMPUS DE CARTUJA
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