CRÓNICA DEL ENCUENTRO DE ANTIGUOS ALUMNOS (PROMOCIÓN 2002) CELEBRADO EL PASADO 1 DE OCTUBRE DE 2022
Decía el poeta sevillano Rafael Montesinos, al recordar sus años como alumno de nuestro Colegio en su obra Los años irreparables, que “cuando pasan los años por la memoria de uno, ciertos recuerdos se alejan, se dulcifican, desaparecen, quedando únicamente aquellos que son agradables de recordar”.
Pudiera ser ciertamente esta la causa -la de rememorar los buenos y grandes momentos que nos llevamos de nuestra etapa escolar-, por la que los antiguos alumnos que conformamos la Promoción 2002 decidimos celebrar el pasado sábado 1 de octubre un día de reencuentro con nuestros viejos compañeros, al cumplirse el vigésimo aniversario de nuestra salida de Portaceli.
Me gustaría, en primer lugar, que estas líneas sirvieran de agradecimiento a varios compañeros de promoción que tuvieron la acertada idea de organizar este encuentro, así como a la siempre desinteresada colaboración que ofrece la Asociación de Antiguos Alumnos, para organizar este tipo de reuniones entre las promociones salientes.
A pesar de las lógicas circunstancias personales de cada uno después de tanto tiempo separados, los organizadores del evento lograron reunir a un total de 67 antiguos compañeros, venidos desde distintos puntos de nuestra geografía (hubo uno que incluso se desplazó expresamente desde Londres para acudir a la cita) lo que sin duda supuso todo un éxito de convocatoria.
El encuentro dio comienzo por la mañana con un breve acto de bienvenida consistente en la entrega de acreditaciones en la portería del Colegio (aunque parezca mentira, costaba reconocer a más de uno tras veinte años sin vernos) y la realización de distintas fotografías que ayudarían a inmortalizar la jornada que daba comienzo.
Allí tuvimos la oportunidad de fundirnos en un sentido abrazo con aquellos antiguos compañeros de pupitre a los que hacía muchos años que no veíamos -a algunos de ellos, incluso antes de nuestra marcha en 2002- y, también, de acordarnos de otros tantos que, desafortunadamente y por diversos motivos, no pudieron asistir finalmente ese día, tal y como les hubiera gustado.
Y es que, a pesar de lo que cantaba Carlos Gardel en su mítico tango Volver -aquello de “que veinte años no es nada”-, para nosotros veinte años fuera de Portaceli han dado para mucho. Aquellos jóvenes que nos graduamos en un ya lejano mes de junio de 2002, con un futuro aún por definir, regresábamos ese día nuevamente a la que fue nuestra casa durante la niñez, en algunos casos, desde otra ciudad distinta; con una trayectoria profesional ya consolidada, o incluso, en la mayoría de casos, con una nueva familia ya a nuestras espaldas.
Tras la recepción, celebramos una Eucaristía de acción de gracias en la Capilla del Inmaculado Corazón de María. En ella quisieron acompañarnos algunos profesores -representados por Julio Ariza a la cabeza- y miembros de la Asociación de Antiguos Alumnos (gracias, una vez más, a nuestra actual presidenta, María Pérez de Lama Halcón, así como a Lola González Moreno).
En el transcurso de la Misa intervino nuestro compañero de promoción Luis Gentil Girón, quien supo revivir con su acostumbrada maestría aquellos felices momentos de nuestro paso por el Colegio. Por unos minutos, fuimos capaces de trasladarnos a aquellas misas de la mañana con “Madre María” de la mano del Padre Marrero, durante los primeros años de primaria; al “Tomad, Señor, y recibid” que nos enseñó posteriormente el Padre Rincón durante la adolescencia, así como rezar por aquellos que, lamentablemente, se fueron demasiado pronto de nuestro lado (siempre en nuestro recuerdo, nuestro compañero y amigo Javi Terrón).
Finalizada la Eucaristía, y tras un buen rato de charla, nos desplazamos al Paseo de las Delicias para disfrutar de un almuerzo de confraternización en el restaurante Iguana, junto al Guadalquivir, que se alargaría hasta bien entrada la noche. Allí pudimos continuar el resto de la jornada compartiendo vivencias, recuerdos y anécdotas de aquellos inolvidables años en Portaceli, que tanto marcaron nuestras vidas y el devenir de nuestro futuro como personas.
Si el poeta austríaco Rainer Maria Rilke aseguraba que “la verdadera patria del hombre es la infancia”, podríamos decir entonces que para nosotros nuestra verdadera patria será siempre el Colegio Portaceli y los años inolvidables que pasamos dentro de sus aulas, los cuales tuvimos la oportunidad de recordar en una jornada memorable que quedará felizmente guardada en los anales de nuestra historia particular.
Jesús Domínguez Gómez
Promoción 2002
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