Faltan mentes que piensen para los tiempos de cultura líquida

La Competencia número 6 propuesta por la Unión Europea para la formación permanente se refiere a todo el ámbito de las COMPETENCIAS SOCIALES Y CÍVICAS.

Las competencias sociales se refieren a la competencia personal, interpersonal e intercultural y todas las formas de comportamiento que capacitan a los individuos para participar de manera efectiva y constructiva en la vida social y laboral. Está vinculado al bienestar personal y social. Nuestro mundo occidental vive momentos de banalidad. Desde la Asociación de AA de Portaceli ofrecemos estos materiales de formación permanente que pretenden dan fundamento y consistencia a nuestra postura en el mundo.

Los recientes fenómenos de la gran crisis sanitaria provocada por el coronavirus han mostrado que en occidente no tenemos capacidad para vivir la soledad y activar la capacidad de pensar. Un libro del profesor Manuel Fraijó (Semblanzas de grandes pensadores. Conferencias. Editorial Trotta, Madrid, 2020) invita a abrir nuestra mente a las diversas propuestas sobre el sentido de la vida, la reflexión sosegada sobre la realidad, las experiencias de interacción social, de espiritualidad y de trascendencia.

1. Usar y tirar: la sociedad de la banalidad

Los sociólogos insisten en que hemos construido y estamos construyendo una sociedad cada vez más banal, más vacía, más consumista de evasiones. Tal vez siempre lo haya sido, pero antes se intentaba disimular, se consideraba un hecho negativo, mientras que ahora no hay ningún empacho en aceptar la banalidad1.

Es una banalidad que abarca muchos aspectos y que se ha infiltrado en el sistema circulatorio de la vida social, aunque probablemente no tenga ese carácter peyorativo que, a priori, pueda parecer, pues el ser banal no deja de ser una opción más de las muchas que ofrece la existencia humana.

Es un hecho que en las nuevas generaciones de ciudadanos occidentales, en general, aumentan las actividades banales; no hay más que fijarse en la forma en que reciben la información, siempre en exceso, pero de forma muy ligera, procesan cantidad de información en soportes de fácil asimilación: en audio o en pantalla, con mensajes cortos, que apenas requieren esfuerzo intelectual, o a través de las redes sociales, que suelen ser el mayor canto que se ha inventado a la banalidad. Las generaciones emergentes huyen de la prensa escrita y, en particular, de los artículos largos de opinión; les basta, en el mejor de los casos, con leer titulares, aunque, naturalmente y gracias a Dios, hay honrosas excepciones.

Esta banalidad se plasma en el ‘usar y tirar’ que tanto se está instalando en la nueva sociedad: se utiliza ropa de usar y tirar, comida de usar y tirar -léase comida instantánea en abundancia, con cantidad de sobras que acaban en el contenedor de basura-, muebles de usar y tirar… hasta parejas de usar y tirar; la vieja costumbre de parejas bastante estables está dando paso a numerosas y sucesivas parejas de duración efímera y escaso compromiso.
Si se contempla críticamente el conjunto de valores de nuestra sociedad, llama la atención que las redes sociales construyen la vida como una sucesión de banalidades, sin gran apego por casi nada y con una gran dosis de provisionalidad, ‘pensamiento Ikea’ y por extensión, a los afectados por esta corriente ideológica, ‘generación Ikea’. Y daba a entender con este símil mueblístico la preferencia de estas generaciones por lo inmediato, sin planteamientos de futuro ni de permanencia, a lo cual, sin duda, colabora la provisionalidad de buena parte de los trabajos y los sueldos de la actual clase trabajadora, que no permiten proyectos estables de futuro, aunque tampoco me parece suficiente motivo para abrazar esa banalidad generalizada en la que está inmersa la sociedad.

Insisto en que, cuando se habla aquí de banalidad, no se hace de forma peyorativa -uno ya tiene edad suficiente como para no dar consejos a nadie sobre la manera de conducir su vida- sino como una constatación, mezclada con sorpresa, de que los hábitos, sobre todo intelectuales, están cambiando y que el antiguo valor del esfuerzo y la sólida formación está dando paso a la liviandad, a la ligereza… a la banalidad. Opción, por supuesto, absolutamente respetable, aunque, eso sí, a mí no me gusta.

2. El sociólogo Zygmunt Bauman y la ceguera moral de la cultura

Cuando se habla de “banalidad”, un referente obligado es el sociólogo Zygmunt Bauman. El 9 de enero de 2017 falleció en su casa de Inglaterra el sociólogo de origen polaco Zygmunt Bauman a los 91 años de edad. Desde su punto de vista, lo que denomina la “modernidad líquida” –como categoría sociológica– es una figura del cambio y de la transitoriedad, de la desregulación y liberalización de los mercados.
La metáfora de la liquidez –propuesta por Bauman– intenta también dar cuenta de la precariedad de los vínculos humanos en una sociedad individualista y privatizada, marcada por el carácter transitorio y volátil de sus relaciones y por unos principios éticos inciertos. El amor se hace flotante, sin responsabilidad hacia el otro, y se reduce al vínculo sin rostro que ofrece la realidad virtual. Surfeamos en las olas de una sociedad líquida que puede licuar incluso a las religiones.
Tal como han apuntado los comentaristas, la modernidad líquida es un tiempo sin certezas, donde los hombres que lucharon durante la Ilustración por poder obtener libertades civiles y deshacerse de la tradición. Esta humanidad moderna se encuentra ahora con la obligación de ser libre asumiendo los miedos y angustias existenciales que tal libertad comporta. Por eso, ahogarse en un océano de banalidad es la solución inmediata para sobrevivir.
Este es el sombrío panorama que nos describe Zygmunt Bauman. Este es ahora muy conocido por acuñar el término, y desarrollar el concepto, de la llamada «modernidad líquida». Tal difusión ha tenido este término que, junto con el también sociólogo Alain Touraine, Bauman fue ganador del Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2010.
El último de sus libros traducidos al castellano, Ceguera Moral1, insiste más aún sobre las consecuencias extremas a la que puede llevar la modernidad líquida: a la pérdida del rumbo moral, a la ausencia de unos principios éticos de validez universal y perenne den cierta solidez al edificio de las sociedades occidentales.
Pero ¿qué lugar puede ocupar la experiencia  religiosa en este contexto? Si las religiones suelen ofrecer fortaleza y seguridad, ¿qué se puede esperar en la época de la modernidad líquida? ¿Abre Bauman alguna posibilidad? ¿Hay brotes de un posible retorno de lo religioso (como apuntaba José María Mardones hace muchos años)1 en un mundo deseoso de certezas?

3. ¿Cuáles son los rasgos pesimistas de la sociedad occidental según Zygmunt Bauman?

El fallecimiento de Bauman ha reactivado el interés por sus ideas. En un ensayo de Mónica Redondo que nos ha parecido iluminador1, “5 ideas de Zygmunt Bauman que retratan a la sociedad moderna”, se apuntan cinco claves para entender lo que está pasando en nuestro mundo. La Vida Líquida de Bauman rompe con las estructuras fijadas en el pasado. La filosofía de vida, los valores y lo que se considera ético y mora lha cambiado radicalmente en los últimos años, a causa de los cambios políticos y sociales ocurridos a partir de la segunda mitad del siglo XX.

En el libro Modernidad líquida, Zygmunt Bauman es capaz de explicar los fenómenos sociales de la era moderna y qué es lo que nos diferencia de las generaciones anteriores. A partir del año 2000, año de publicación de Modernidad líquida, el filósofo polaco publica una serie de obras que resumen sus conceptos sobre la realidad que nos rodea: Amor líquido (2003), Vida líquida (2005) y Tiempos líquidos: vivir una época de incertidumbre (2007).

Estos parecen ser los puntos más significativos de Bauman:

  1. La realidad líquida consiste en una ruptura con las instituciones y las estructuras fijadas. En el pasado, la vida estaba diseñada específicamente para cada persona, quien tenía que seguir los patrones establecidos para tomar decisiones en su vida. En la modernidad, el filósofo polaco afirma que las personas ya han conseguido desprenderse de los patrones y las estructuras, y que cada uno crea su propio molde para determinar sus decisiones y forma de vida. La sociedad actual se basa en el individualismo y en una forma de vida cambiante y efímera.
  2. En la vida líquida según Bauman, la sociedad se basa en el individualismo y se ha convertido en algo temporal e inestable que carece de aspectos sólidos. Todo lo que tenemos es cambiante y con fecha de caducidad, en comparación con las estructuras fijas del pasado. Muchas de las cosas que explicó Bauman hace 17 años en su obra Modernidad líquida y las que la siguieron se han convertido en una realidad en nuestros días. El sociólogo logró explicar el funcionamiento de la sociedad actual y determinar la relación de las nuevas generaciones con conceptos como el amor, el trabajo o la educación.
  3. El amor líquido en la red social Tinder. Muy poco tienen que ver las relaciones de nuestros abuelos con la nuestra. Miedo al compromiso, rollos de una noche, desengaños amorosos… Para muchos jóvenes (y no tan jóvenes) este puede ser el pan de cada día. Para Zygmunt Bauman, estas relaciones son las que dan nombre a su concepto de amor líquido. Según su patrón, el miedo al compromiso y a las cosas a las que hay que renunciar, como la libertad, son la razón principal por la cual existe este miedo a comprometerse y a darlo todo por una pareja. La vida líquida es una sucesión de nuevos comienzos con breves e indoloros finales. Las relaciones amorosas acaban convirtiéndose en breves episodios, en los que priva la búsqueda del beneficio personal. Cuando una pareja deja de ser rentable, se deja de lado y se busca una nueva. Ni más ni menos que la filosofía de Tinder. Historias de amor para siempre han ocurrido gracias a la aplicación de búsqueda de parejas, aunque la mayoría de usuarios desliza rostros en su pantalla hasta encontrar el indicado para pasar la noche.
  4. Ciudadanos del mundo. Si hay algo que no queremos, son ataduras, ni el en amor ni en nuestra forma de vida. En la era moderna, es bastante común entre los jóvenes hacer un viaje de varios meses por América Latina o el Sudeste Asiático, con el objetivo de romper con las barreras y ser testigos de realidades distintas a las de su país de origen. La realidad líquida de Bauman describe precisamente este escenario, que invita al movimiento, al flujo y a la búsqueda de nuevas experiencias, pero sin echar raíces en ningún lugar. Son ciudadanos del mundo pero de ningún lugar al mismo tiempo.
  5. No más trabajos para toda la vida. Esta filosofía basada en la búsqueda de nuevas experiencias y ser ciudadano de mundo también se ve reflejada en el ámbito laboral dentro de las sociedad líquida. Nuestros abuelos y padres entraron a trabajar en una empresa cuando acabaron la universidad, y se jubilaron en el mismo lugar 40 años después. Las personas no quieren ataduras ni en el amor ni en el trabajo, según Bauman. En la actualidad, no existe el llamado trabajo de nuestra vida. Los empleos son cambiantes y el mercado actual necesita renovaciones dentro de las empresas cada poco tiempo. Por otro lado, Bauman identifica en sus obras la necesidad de cambio en los trabajadores, a los que se les reclama cada día más volatilidad y capacidad de trabajo en diferentes áreas.

Leandro Sequeiros sj (Portaceli, Sevilla, Promoción 1959)
CAMPUS DE CARTUJA
Profesor Vicente Callao 7
18011 GRANADA
685 158 236

 lsequeiros42@gmail.com

admin