LA ORACIÓN DEL SEÑOR
El Sermón de la Montaña nos muestra cómo se llega a la madurez espiritual. Solamente podemos comprender estas ideas fundamentales a partir de Dios. Nuestra vida será verdadera si vivimos en relación con Dios. Un Dios que no es alguien desconocido o lejano: Nos muestra su rostro en Jesús por quién conocemos la voluntad de Dios.
Si ser hombre o mujer significa esencialmente relación con Dios, está claro que incluye también el hablar con Dios y escucharlo.
La oración no debe ser una exhibición ante los hombres…Requiere una discreción que es esencial en una relación de amor. El Amor de Dios por cada uno de nosotros es totalmente personal es un encuentro misterioso…Pero esto no excluye la dimensión comunitaria. Al rezar, siempre han de compenetrarse el aspecto exclusivamente personal y el comunitario el “nosotros” de la comunidad que ora y la dimensión personal se compenetran mutuamente.
Otra forma equivocada de rezar es la palabrería, la verborrea con la que se ahoga el espíritu. Todos tenemos experiencia de recitar fórmulas resabidas mientras la mente está ocupada en otras cosas. Estamos más atentos cuando le pedimos a Dios remedio para lo que necesitamos. Lo importante es que la relación con Dios permanezca en el fondo. Avivar continuamente esa relación.
La oración verdadera necesita un sustento y para ello sirve la oración que se expresa con palabras, imágenes y pensamientos. Cuanto más presente esté Dios en nosotros, más podemos estar verdaderamente con Él en la oración.
DE DONDE BROTA LA ORACIÓN
- A) de nuestras penas y alegrías
- B) de nuestra esperanza
- de la vergüenza de nuestros pecados
- de la gratitud por los bienes que Dios nos concede
Hay muchos pasajes en los Evangelios en que refieren que Jesús se retiró a orar, la clase de oración que haría sería vocal y mental, vocal recitando los salmos que todos los judíos lo usaban como forma de rezar y mentalmente sería una maravilla el dialogo del hijo con el padre y del padre con el hijo.
Amadísirno Señor, hasta tu presencia he venido para confiarte nuestros problemas y nuestras dolencias. Con la misma fe que se acercó para tocar el borde de tu manto y que fue curada porque creyó, así nosotros nos postramos ante ti y te decimos desde el fondo del alma: «Señor, si quieres puedes curarnos». Tú sigues obrando maravillas y sanando los enfermos, porque Tú has asumido nuestras debilidades y cargado nuestros sufrimientos. Concédenos, pues, la gracia que hemos venido a implorarte.
Sabemos bien que tu corazón se conmueve al vernos tan afligidos y desorientados, como ovejas que no tienen pastor. Tú eres nuestro buen Pastor, el que ha dado la vida por las ovejas.
Tu victoria en la muerte y en la resurrección es la mejor garantía para nuestra victoria sobre todo lo que tiene a marca del pecado, es decir, el egoísmo, la injusticia, la violencia, el dolor y la muerte.
Que tu Espíritu santificador nos haga partícipes del triunfo sobre el mal y testigos de la novedad de vida en el amor.
LOS SALMOS
Normalmente, el pensamiento se adelanta a la palabra, pero en los Salmos y en la oración litúrgica en general, pasa al revés: la palabra, la voz nos precede, y nuestro espíritu tiene que adaptarse a ella. En efecto, dice la Sagrada Escritura (Rm 8,26) que los hombres no sabemos “pedir los que nos conviene”, por nuestra distancia con Dios por ser demasiado grande y misterios para nosotros. Por eso Dios viene en nuestra ayuda y nos surgiere las palabras para la oración y nos enseña a rezar. Los Salmos son el gran libro del pueblo con Dios en la Antigua Alianza y en la Nueva. Son palabras que el Espíritu Santo ha dado a los hombres. Así, rezamos “en el espíritu”, con el Espíritu Santo.
Con mayor razón esto se puede decir del Padre Nuestro. Por eso dice san Cipriano “cuando rezamos el Padrenuestro rezamos a Dios con las palabras que él mismo nos ha transmitido” Es adorar a Dios en “ espíritu y verdad”.
Los discípulos veían que Jesús se retiraba frecuentemente para orar. El evangelista san Lucas dice: “Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar (Lc 11-4) y (Mt 6.9.13).
Está claro que esos ratos y hasta horas que Jesús dedicaba a la oración despertaron en los discípulos el deseo de aprender de Él como se debe orar. Por los Evangelios sabemos que los acontecimientos esenciales de la vida de Jesús aparecen como acontecimientos de oración. Es muy significativo que Lucas ponga el Padrenuestro en relación con la oración personal del mismo Jesús.
De esta manera nos hace participes de su propia oración.
EL PADRE NUESTRO
Para su interpretación hay que tener en cuenta un doble significado:
Es muy importante escuchar atentamente la palabra de Jesús tal como se nos ha transmitido a través de los Evangelios. Descubrir lo que Jesús pensaba y nos quería transmitir con esas palabras.
Hay que tener presente que el Padrenuestro procede de su oración personal, del diálogo del Hijo con el Padre. Esto quiere decir que tiene una profundidad que va mucho más allá de las palabras. Comprende la existencia humana de todos los tiempos. No se puede sopesar con una interpretación meramente histórica.
SU ESTRUCTURA
Consta de la invocación inicial y siete peticiones. Tres se articulan en torno al “Tú” y cuatro en torno a “nosotros”. Las tres primeras se refieren a la misma causa de Dios en la tierra. Las cuatro siguientes tratan de nuestras esperanzas, necesidades y dificultades.
De este modo se afirma en primer lugar la primacía de Dios, de la que se deriva la preocupación por el modo recto de ser hombre o mujer. Para que podamos presentar nuestras peticiones tenemos que permanecer en la verdad: “Primero Dios, el Reino de Dios”. Hemos de salir de nosotros mismos y abrirnos a Dios. Por eso el Padrenuestro comienza con Dios y, a partir de Él nos lleva por los caminos rectos.
COMENTARIO DE LAS PETICIONES
El padrenuestro comienza con un gran consuelo: podemos llamar Padre a Dios porque el Hijo es nuestro hermano y nos ha revelado el Padre. Gracias a Jesucristo hemos vuelto a ser hijos de Dios… Pero el hombre de hoy no percibe inmediatamente el gran consuelo de la palabra “padre” porque muchas veces la experiencia del padre o no se tiene, o se ve oscurecida por las deficiencias de los padres.
Hay que aprender que significa la palabra “Padre” a partir de Jesús que en su predicación el Padre aparece como fuente de todo bien, de lo perfecto: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre buenos y malos (Mt5,44) Otro texto: “Pues si vosotros que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que piden? (Mt7,11) Lucas especifica las “cosas buenas” como el Espíritu Santo. O sea, el don de Dios es Dios mismo. Esel don de todos los dones lo “único necesario”. La oración es un camino para purificar poco a poco nuestros deseos, corregirlos y saber lo que necesitamos de verdad.
El hecho de que Dios sea padre tiene dos dimensiones:
- a) Dios es ante todo nuestro padre porque es nuestro Creador. Le pertenecemos. El ser como tal procede de Dios, somos participación de Dios. Esto es especialmente importante para el ser humano. Cada persona, individualmente y por si misma es querida por Dios. Somos imagen de Dios.
- b) Cristo es de modo único “imagen de Dios”. Los padres de la iglesia dicen que cuando Dios creó al hombre “a su imagen” estaba prefigurando a Cristo y creó al hombre según la imagen del “nuevo Adán”. Pero sobre todo Jesús es el “hijo en sentido propio, de la misma sustancia del Padre.
La palabra Padre aplicada a Dios hacer que nosotros nos comportemos como hijos. San Bruno enseñaba a rezar diciendo solamente Padrenuestro y dedicarse a meditar.
¿Qué es el nombre del Señor?
Dios se presenta a Moisés, en la zarza ardiendo, y le dice: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” (Ex 3,6). Dios lo manda a Egipto para que libere al pueblo de la esclavitud de los egipcios… Era un tiempo del politeísmo. Por eso Moisés pregunta a Dios cuál es su nombre. Un nombre que tiene que demostrar que es superior frente a otros dioses en este mundo politeísta…
Dios, al hablar con Moisés, se muestra como realmente Dios, en sentido propio y verdadero, no existe dentro de una pluralidad de otros dioses. Por definición Dios es uno solo. No puede tener un nombre entre los demás. La respuesta de Dios es al mismo tiempo negación y afirmación. “Yo soy el que soy”. Él es y basta. Esta afirmación es al mismo tiempo nombre y no-nombre.
Por esto, en Israel no se pronunciaba esta autodefinición de Dios que se percibe en la palabra YHWH. No es correcto que en las traducciones de la biblia se escriba como un nombre más. Para Israel siempre era un nombre misterioso e impronunciable…No había ni imágenes ni nombres pronunciables.
A pesar de todo, Dios no rechazó la petición de Moisés. Por el nombre nos podemos dirigir a alguien, invocarlo. Así, Dios establece una relación entre Él y nosotros. Hace que podamos invocarlo, se hace accesible y hasta vulnerable. Asume el riesgo de establecer una relación con nosotros. Lo que comenzó en zarza que ardía en el desierto, se cumple en la zarza de la cruz (Encarnación y la cruz). Al encarnarse, Dios forma parte de nuestro mundo.
De aquí podemos entender la exigencia de santificar el nombre de Dios.
No se puede abusar del nombre de Dios y menos de mancharlo. Por eso la súplica de que sea Él mismo quien tome en sus manos la santificación de su nombre y para nosotros esta súplica comporta un examen: ¿Cómo tratamos el santo nombre Dios? ¿Lo usamos con respecto ante lo inexplicable de su cercanía y ante su presencia en la Eucaristía?
Venga a nosotros tu reino
Recordemos lo que hablamos acerca del “Reino de Dios”. Hay que reconocer la primacía de Dios. Donde Dios no está, nada puede ser bueno. El Señor nos dice: “Buscada ante todo el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura (Mt 6,33) No se nos promete un mundo utópico sociedad sin clases, sin propiedad privada…Jesús no da recetas tan simples. Lo que establece es una prioridad: “soberanía de Dios”. El hombre tiene que reconocer el derecho de Dios y asumir su voluntad como criterio.
Salomón no pidió riquezas ni honores, sino un corazón dócil para gobernar, para discernir del mal (2Cro 1,11) Recibió todo lo demás como añadidura.
Jesús es el Reino de Dios en persona. Donde está Él, está el Reino de Dios. Rezar por el Reino de Dios significa decir: Déjanos ser tuyos, Señor, vive en nosotros. Es pedir para que la humanidad dispersa quede sometida a Dios para que Dios sea todo para todos.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
Hay que tener en cuenta dos cosas:
- a) Existe una voluntad de Dios con nosotros y para nosotros que debe convertirse en el criterio de nuestro querer y de nuestro ser.
- b) En el “cielo” se cumple indefectiblemente la voluntad de Dios. Donde se cumple la voluntad de Dios, allí está en el cielo. La tierra se convierte en “cielo” si en ella se cumple la voluntad de Dios.
¿Qué pedimos? Que todo vaya en la tierra como va en el cielo: que la tierra se convierta en cielo.
Qué significa “voluntad de Dios” ¿Cómo podemos reconocerla y cómo podemos cumplirla?
La Sagrada Escritura parte del presupuesto de que el hombre, en lo más íntimo, conoce la voluntad de Dios. Un conocimiento inscrito en nosotros.
Es lo que llamamos conciencia 8Rm 2, 15) Pero esta comunión en el saber con el Creador que nos, concede al crearnos a su imagen, queda enterrada en el curso de la historia. Ha quedado encubierta de muchas maneras: como una débil llama, sofocada por prejuicios que nos entran.
Por eso Dios nos habla y ayuda a nuestro conocimiento que se había nublado. Como provenimos de Dios, podemos ponernos en camino hacia la voluntad de Dios, a pesar de los impedimentos que se nos presenten.
Cuando Jesús nos habla de la voluntad de Dios y del cielo significa que es algo central en su misión personal: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió (Jn 4,34) Esto significa:
- a) Ser una sola cosa con la voluntad del Padre.
- b) La unidad de voluntad con el Padre es el núcleo de su ser en absoluto
c)En esta petición se percibe la apasionada lucha interior de Jesús en el Monte de los Olivos: “Padre mío, si es posible que pase de mi este cáliz, pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú”.
En esta lucha de Jesús se desvela el núcleo del misterio (Hb 5,7). A la luz del salmo 40, se interpreta este misterio: “No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, pero me has formado un cuerpo”. Después añade: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. Así se entiende la expresión: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió” En Jesús, y a través de Él, se cumple plenamente la voluntad de Dios.
Nosotros no podemos ser eternamente “Justos”. Somos arrastrados a alejarnos de Dios para convertirnos en mera “tierra”.
Sin embargo. Jesús nos eleva hacia si, nos acoge y, unidos a Él, aprendemos a conocer la voluntad de Dios prevalezca sobre nuestro egoísmo y alcancemos la altura a la que hemos sido llamados.
Danos hoy nuestro pan de cada día
Esta petición nos parece la más humana. El Señor sabe nuestras necesidades terrenales. Dijo. “No estéis agobiados por la vida pensando que vais a comer” (Mt 6,25) pero nos invita, no obstante, a pedir nuestro alimento y a transmitirle a Dios esta preocupación. El pan es fruto de la tierra y del trabajo del hombre, pero la tierra no da frutos si no recibe lluvia y el sol. Es una combinación de fuerzas cósmicas. No debemos caer en la tentación del orgullo ya que no podemos darnos la vida por nosotros mismos. Por eso debemos pedir.
Si los padres terrenales dan cosas buenas a los hijos, Dios no nos va a negar los bienes que Él solo puede darnos (Lc 11,9,13).
Decimos Padre “nuestro” al principio y también en esta petición decimos que pan “nuestro”. San Cipriano dice. Pedimos el pan nuestro y el de los demás. El que pide pan para hoy es pobre.” Con razón el discípulo pide lo necesario para vivir un solo día, pues no debe preocuparse por mañana” En la iglesia siempre habrá personas que lo abandonan todo para seguir al Señor, personas que confían plenamente en el Señor.
La petición del pan solo para hoy nos recuerda los cuarenta años de marcha por el desierto del pueblo de Israel, cuando se alimentaba del maná. Los santos Padres también relacionan esta petición del pan con el pan de la Eucaristía. También relacionan esta petición del pan con el pan de la última Cena. Aunque la petición del pan terrenal sigue siendo válida.
Jesús no permite que la necesidad del hombre se reduzca a las necesidades biológicas. Por eso Él mismo cuando es tentado responde: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4)
- Cipriano dice que nosotros que podemos recibir la Eucaristía como pan nuestro, tenemos que pedir también que nadie quede fuera, quede excluido del “Cuerpo de Cristo”. “Por eso pedimos que nuestro pan, es decir, Cristo nos sea dado cada día, para que quienes permanezcamos y vivimos en Cristo no nos alejemos de su fuerza santificadora, de su cuerpo”.
Perdónanos nuestras ofensas. Se explica claramente sustituyendo la palabra ofensa por pecados. Le pedimos el perdón de los pecados, Dios Padre nos ama y nos perdona a través de su hijo. Lo mismo que necesitamos el pan, así necesitamos el perdón, y esto cada día.
Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. En esta parte de la oración que quizás no hemos entendido lo suficiente bien y aunque recitemos o repetitivo no lo hacemos, aunque sea la voluntad de Dios que nos mande el amor a Dios y al prójimo, tenemos que perdonar y olvidar las ofensas, que nos hacen para pedir a Dios que nos perdone los pecados, si no perdonarnos las ofensas le decimos a Dios que nos perdone nuestros pecados.
No nos dejes caer en la tentación mas libranos del mal.
En la vida tenemos muchas tentaciones, es necesario que pidamos lo que estamos pidiendo que nos sea aburrido toda situación difícil, que apelamos al amor de Dios en la certeza de que él nos dará la fuerza para atravesar todas las pruebas y amarguras en nuestra peregrinación hacia Él.
(Es la imagen del dragón apocalíptico que lucha contra los hombres “que guardan los mandatos de Dios y mantiene el testimonio de Jesús” (Ap 12,17)
LA ORACIÓN DEL SEÑOR (II)
COMENTARIO DE LAS PETICIONES
El padrenuestro comienza con un gran consuelo: podemos llamar Padre a Dios porque el Hijo es nuestro hermano y nos ha revelado el Padre. Gracias a Jesucristo hemos vuelto a ser hijos de Dios… Pero el hombre de hoy no percibe inmediatamente el gran consuelo de la palabra “padre” porque muchas veces la experiencia del padre o no se tiene, o se ve oscurecida por las deficiencias de los padres.
Hay que aprender que significa la palabra “Padre” a partir de Jesús que en su predicación el Padre aparece como fuente de todo bien, de lo perfecto: “Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os aborrecen. Así seréis hijos de vuestro Padre que está en el cielo, que hace salir el sol sobre buenos y malos (Mt 5,44) Otro texto: “Pues si vosotros que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que piden? (Mt 7,11) Lucas especifica las “cosas buenas” como el Espíritu Santo. O sea, el don de Dios es Dios mismo. Es el don de todos los dones lo “único necesario”. La oración es un camino para purificar poco a poco nuestros deseos, corregirlos y saber lo que necesitamos de verdad.
El hecho de que Dios sea padre tiene dos dimensiones:
- a) Dios es ante todo nuestro padre porque es nuestro Creador. Le pertenecemos. El ser como tal procede de Dios, somos participación de Dios. Esto es especialmente importante para el ser humano. Cada persona, individualmente y por si misma es querida por Dios. Somos imagen de Dios.
- b) Cristo es de modo único “imagen de Dios”. Los padres de la iglesia dicen que cuando Dios creó al hombre “a su imagen” estaba prefigurando a Cristo y creó al hombre según la imagen del “nuevo Adán”. Pero sobre todo Jesús es el “hijo en sentido propio, de la misma sustancia del Padre.
La palabra Padre aplicada a Dios hacer que nosotros nos comportemos como hijos. San Bruno enseñaba a rezar diciendo solamente Padrenuestro y dedicarse a meditar.
¿Qué es el nombre del Señor?
Dios se presenta a Moisés, en la zarza ardiendo, y le dice: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob” (Ex 3,6). Dios lo manda a Egipto para que libere al pueblo de la esclavitud de los egipcios… Era un tiempo del politeísmo. Por eso Moisés pregunta a Dios cuál es su nombre. Un nombre que tiene que demostrar que es superior frente a otros dioses en este mundo politeísta…
Dios, al hablar con Moisés, se muestra como realmente Dios, en sentido propio y verdadero, no existe dentro de una pluralidad de otros dioses. Por definición Dios es uno solo. No puede tener un nombre entre los demás. La respuesta de Dios es al mismo tiempo negación y afirmación. “Yo soy el que soy”. Él es y basta. Esta afirmación es al mismo tiempo nombre y no-nombre.
Por esto, en Israel no se pronunciaba esta autodefinición de Dios que se percibe en la palabra YHWH. No es correcto que en las traducciones de la biblia se escriba como un nombre más. Para Israel siempre era un nombre misterioso e impronunciable…No había ni imágenes ni nombres pronunciables.
A pesar de todo, Dios no rechazó la petición de Moisés. Por el nombre nos podemos dirigir a alguien, invocarlo. Así, Dios establece una relación entre Él y nosotros. Hace que podamos invocarlo, se hace accesible y hasta vulnerable. Asume el riesgo de establecer una relación con nosotros. Lo que comenzó en zarza que ardía en el desierto, se cumple en la zarza de la cruz (Encarnación y la cruz). Al encarnarse, Dios forma parte de nuestro mundo.
De aquí podemos entender la exigencia de santificar el nombre de Dios.
No se puede abusar del nombre de Dios y menos de mancharlo. Por eso la súplica de que sea Él mismo quien tome en sus manos la santificación de su nombre y para nosotros esta súplica comporta un examen: ¿Cómo tratamos el santo nombre Dios? ¿Lo usamos con respecto ante lo inexplicable de su cercanía y ante su presencia en la Eucaristía?
Venga a nosotros tu reino
Recordemos lo que hablamos acerca del “Reino de Dios”. Hay que reconocer la primacía de Dios. Donde Dios no está, nada puede ser bueno. El Señor nos dice: “Buscada ante todo el Reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura (Mt 6,33) No se nos promete un mundo utópico sociedad sin clases, sin propiedad privada…Jesús no da recetas tan simples. Lo que establece es una prioridad: “soberanía de Dios”. El hombre tiene que reconocer el derecho de Dios y asumir su voluntad como criterio.
Salomón no pidió riquezas ni honores, sino un corazón dócil para gobernar, para discernir del mal (2Cro 1,11). Recibió todo lo demás como añadidura.
Jesús es el Reino de Dios en persona. Donde está Él, está el Reino de Dios. Rezar por el Reino de Dios significa decir: Déjanos ser tuyos, Señor, vive en nosotros. Es pedir para que la humanidad dispersa quede sometida a Dios para que Dios sea todo para todos.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
Hay que tener en cuenta dos cosas:
- a) Existe una voluntad de Dios con nosotros y para nosotros que debe convertirse en el criterio de nuestro querer y de nuestro ser.
- b) En el “cielo” se cumple indefectiblemente la voluntad de Dios. Donde se cumple la voluntad de Dios, allí está en el cielo. La tierra se convierte en “cielo” si en ella se cumple la voluntad de Dios.
¿Qué pedimos? Que todo vaya en la tierra como va en el cielo: que la tierra se convierta en cielo.
Qué significa “voluntad de Dios” ¿Cómo podemos reconocerla y cómo podemos cumplirla?
La Sagrada Escritura parte del presupuesto de que el hombre, en lo más íntimo, conoce la voluntad de Dios. Un conocimiento inscrito en nosotros.
Es lo que llamamos conciencia (Rm 2, 15) Pero esta comunión en el saber con el Creador que nos, concede al crearnos a su imagen, queda enterrada en el curso de la historia. Ha quedado encubierta de muchas maneras: como una débil llama, sofocada por prejuicios que nos entran.
Por eso Dios nos habla y ayuda a nuestro conocimiento que se había nublado. Como provenimos de Dios, podemos ponernos en camino hacia la voluntad de Dios, a pesar de los impedimentos que se nos presenten.
Cuando Jesús nos habla de la voluntad de Dios y del cielo significa que es algo central en su misión personal: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió (Jn 4,34) Esto significa:
- a) Ser una sola cosa con la voluntad del Padre.
- b) La unidad de voluntad con el Padre es el núcleo de su ser en absoluto
- c) En esta petición se percibe la apasionada lucha interior de Jesús en el Monte de los Olivos: “Padre mío, si es posible que pase de mi este cáliz, pero no sea como yo quiero, sino como quieres tú”.
En esta lucha de Jesús se desvela el núcleo del misterio (Hb 5,7). A la luz del salmo 40, se interpreta este misterio: “No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, pero me has formado un cuerpo”. Después añade: “Aquí estoy para hacer tu voluntad”. Así se entiende la expresión: “Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió” En Jesús, y a través de Él, se cumple plenamente la voluntad de Dios.
Nosotros no podemos ser eternamente “Justos”. Somos arrastrados a alejarnos de Dios para convertirnos en mera “tierra”.
Sin embargo. Jesús nos eleva hacia si, nos acoge y, unidos a Él, aprendemos a conocer la voluntad de Dios prevalezca sobre nuestro egoísmo y alcancemos la altura a la que hemos sido llamados.
Danos hoy nuestro pan de cada día
Esta petición nos parece la más humana. El Señor sabe nuestras necesidades terrenales. Dijo. “No estéis agobiados por la vida pensando que vais a comer” (Mt 6,25) pero nos invita, no obstante, a pedir nuestro alimento y a transmitirle a Dios esta preocupación. El pan es fruto de la tierra y del trabajo del hombre, pero la tierra no da frutos si no recibe lluvia y el sol. Es una combinación de fuerzas cósmicas. No debemos caer en la tentación del orgullo ya que no podemos darnos la vida por nosotros mismos. Por eso debemos pedir.
Si los padres terrenales dan cosas buenas a los hijos, Dios no nos va a negar los bienes que Él solo puede darnos (Lc 11,9,13).
Decimos Padre “nuestro” al principio y también en esta petición decimos que pan “nuestro”. San Cipriano dice. Pedimos el pan nuestro y el de los demás. El que pide pan para hoy es pobre.” Con razón el discípulo pide lo necesario para vivir un solo día, pues no debe preocuparse por mañana” En la iglesia siempre habrá personas que lo abandonan todo para seguir al Señor, personas que confían plenamente en el Señor.
La petición del pan solo para hoy nos recuerda los cuarenta años de marcha por el desierto del pueblo de Israel, cuando se alimentaba del maná. Los santos Padres también relacionan esta petición del pan con el pan de la Eucaristía. También relacionan esta petición del pan con el pan de la última Cena. Aunque la petición del pan terrenal sigue siendo válida.
Jesús no permite que la necesidad del hombre se reduzca a las necesidades biológicas. Por eso Él mismo cuando es tentado responde: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mt 4,4)
- Cipriano dice que nosotros que podemos recibir la Eucaristía como pan nuestro, tenemos que pedir también que nadie quede fuera, quede excluido del “Cuerpo de Cristo”. “Por eso pedimos que nuestro pan, es decir, Cristo nos sea dado cada día, para que quienes permanezcamos y vivimos en Cristo no nos alejemos de su fuerza santificadora, de su cuerpo”.
Perdónanos nuestras ofensas. Se explica claramente sustituyendo la palabra ofensa por pecados. Le pedimos el perdón de los pecados, Dios Padre nos ama y nos perdona a través de su hijo. Lo mismo que necesitamos el pan, así necesitamos el perdón, y esto cada día.
Así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden. En esta parte de la oración que quizás no hemos entendido lo suficiente bien y aunque recitemos o repetitivo no lo hacemos, aunque sea la voluntad de Dios que nos mande el amor a Dios y al prójimo, tenemos que perdonar y olvidar las ofensas, que nos hacen para pedir a Dios que nos perdone los pecados, si no perdonarnos las ofensas le decimos a Dios que nos perdone nuestros pecados.
No nos dejes caer en la tentación mas libranos del mal.
En la vida tenemos muchas tentaciones, es necesario que pidamos lo que estamos pidiendo que nos sea aburrido toda situación difícil, que apelamos al amor de Dios en la certeza de que él nos dará la fuerza para atravesar todas las pruebas y amarguras en nuestra peregrinación hacia Él.
Es la imagen del dragón apocalíptico que lucha contra los hombres “que guardan los mandatos de Dios y mantiene el testimonio de Jesús” (Ap 12,17)
Fdo. Jesús Contreras Ysern. Promoción 1963
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